Por: Alejandra Acosta, directora de estudios economicos
El gasto en comidas por fuera del hogar no deja de ser una de las canastas que más se ha visto afectada por las distintas medidas de restricción impuestas para contener la COVID-19, esto ha llevado a que el sector cumpla 11 meses con decrecimiento en el gasto real. Si bien enero es un mes muy complicado para el sector, este mes de enero fue particularmente más difícil. La aplicación de distintas medidas de restricción de movilidad que se hicieron en las ciudades principales del país limitó que los hogares pudieran acceder a esta clase de alimentos, que sumado a la típica dinámica del ciclo de gasto que caracteriza a este primer mes del año, llevó a una caída en las unidades que no se registraba desde el tercer trimestre del 2020 y por supuesto, un resultado nunca visto en el gasto para el mes de enero.
Aunque el sector registra mejores números a los presentados durante mediados del 2020, lo cierto es que el mes de enero resulto siendo un mes muy difícil para el sector, considerándose este el enero negro de la gastronomía colombiana. En este mes se cerraron 6.961 establecimientos en todo el país y 3.362 solo en Bogotá según cifras entregadas por ACODRES. De esta manera, las restricciones de movilidad afectaron de manera importante el gasto de los hogares, sin dejar al lado, factores como los menores ingresos que muchos hogares aún siguen presentando y que se ve reflejado en las tasas de desempleo, inactividad e informalidad del país.
Otra de las afectaciones con la que se enfrentan los hogares y el sector, son los aumentos de los precios en la canasta. A nivel general, la inflación anual ha registrado incluso sus mínimos históricos. La baja demanda de los hogares ha generado que muchas canastas decrezcan en precio, no obstante, esto parece no trasladarse a la canasta de comidas por fuera del hogar, que por séptimo mes consecutivo registra un aumento en los precios, siendo enero del 2021 uno de los mayores crecimientos.
Para los hogares, el aumento de los precios en alimentos para el consumo dentro del hogar resulta preocupante, especialmente para aquellos de ingresos bajos. El aumento del salario que se realiza anualmente no parece responder al crecimiento de precios de los alimentos, por lo cual, como medida básica, los hogares han perdido capacidad adquisitiva, especialmente aquellos que dedican una gran parte de sus ingresos a la compra de alimentos, esto ha llevado a que los mismos hogares, se vean obligados a realizar ajustes internos, prescindiendo de otras canastas como lo son algunos servicios y bienes semidurables.
A diferencia de otras canastas, como lo son moda, comidas por fuera del hogar no ha logrado salir de sus cifras negativas en el gasto real con la reactivación económica. Lo anterior se ve reflejado con el decrecimiento de las unidades en las ciudades principales. En adición a lo anterior, muchas de estas ciudades ante el segundo pico de pandemia, se vieron forzadas a imponer medidas de restricción de movilidad, esto con el fin de no saturar el sistema de salud. Es claro que, con una menor restricción, los hogares no pueden acceder a esta clase de establecimientos, así como en algunos casos llevar a cabo sus actividades laborales que les permiten ingresos.
De esta manera, el gasto de los hogares en la canasta no deja de resultar preocupante, no solo porque los hogares tengan menores asignaciones en esta clase de alimentos, sino también porque canastas como entretenimiento, que son un propulsor de la canasta, tampoco registra una pronta recuperación. El sector agoniza y parece que medidas como operar a cielo abierto, entre otras no reflejan los resultados positivos esperados, los pequeños negocios cierran, mientras que los grandes se acomodan y reducen costos, pero todos tienen un límite. Es bien sabida la importancia de la comida por fuera del hogar o comida en la calle, es una red cultural que además de proveer empleos dignos también mantiene y promueven un patrimonio cultural, por lo cual, protegerlos es de suma importancia pues de alguna manera nos representa como sociedad. Es momento de dejar de pensar al sector como una actividad netamente económica, también hace parte de una actividad cultural, la cual se debe resguardar para mantener la riqueza gastronómica del país.
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