Por: Lida Alejandra Acosta – directora estudios sectoriales
La crisis sanitaria nos está obligando a repensar en nuestra forma de llevar las cosas, de relacionarnos, de trabajar e inclusive de donde vivir. Factores como tener cerca hospitales, centros comerciales, escuelas, universidades, el trabajo, vías principales y parques, solían ser los determinantes de compra de muchos hogares a la hora de buscar un lugar donde vivir. Sin embargo, progresivamente la demanda inmobiliaria a nivel mundial se ha ido inclinando hacia espacios alejados de las grandes urbes por razones como la congestión vehicular e inclusive el precio del metro cuadrado. Sólo en este momento la crisis sanitaria que enfrentamos y las nuevas dinámicas de trabajo como el teletrabajo ayuda a que muchos hogares den ese paso a la deslocalización residencial.
Piénselo así, no es lo mismo pasar la cuarentena en su casa en la ciudad, a estar en su casa en alguna zona rural de Colombia, en donde la movilidad que usted y su familia tienen es menos limitada, y el contacto con otras personas que no pertenecen a su núcleo familiar es mucho menor comparado con vivir en una urbe. A esto le sumamos que el estrés de estar encerrado se expresa de manera diferenciada en ambos espacios residenciales. Es así como, ahora no sólo se trata de espacios habitacionales más económicos y con una mayor cantidad de metros cuadrados para toda la familia, con zonas verdes y una mejor calidad del aire, sino también, se trata de tener una distancia apropiada de los demás residentes, además de una buena conectividad.
Aunque en este momento, este fenómeno no se de a grandes rasgos en las principales ciudades y los cascos urbanos, quizá porque todos no tenemos económicamente los mismos recursos, o porque no todos los trabajos pueden pasarse a la modalidad de teletrabajo; evidentemente, esta nueva forma de ver la vivienda reta al mercado inmobiliario al romper la lógica espacial. Para muchos, el lugar de trabajo ya no será determinante a la hora de elegir un lugar en donde vivir. Para el caso de Bogotá, lo que antes llamábamos “ciudades dormitorio”, como Chía, Facatativá, Mosquera entre otros pueden pasar a ser los lugares de permanencia continua para muchos hogares, esto traerá cosas positivas como la “descentralización de muchos servicios” ante el crecimiento demanda, el descongestionamiento de las grandes urbes y la necesidad de mejorar los servicios públicos y las telecomunicaciones en otras zonas del país. Así mismo, también traerá consecuencias negativas, tales como el distanciamiento social y una mayor desigualdad, entre los que pueden vivir en las zonas rurales con un trabajo estable y otras que no pueden estar lejos de sus lugares de trabajo.
Con esta nueva dinámica, es hora de que el sector de la construcción repiense zonas en donde se concentren todo tipo de bienes y servicios que demandaría un hogar cercano a lo rural, que sin duda evita la necesidad de ir encontrar en lo urbano una solución.
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