Samir Campo
Vicepresidente Corporativo de Raddar
Puede que al final la perspectiva de crecimiento de la economía para el 2017 esté rotulada alrededor del adjetivo ‘modesta’; y es que no es para menos, solo hasta junio se fracturó una tendencia de gasto de los hogares que completaba 13 meses en números negativos, enero del 2017 reportó el gasto más bajo de un hogar promedio en Colombia de los últimos 13 años (-3,5 por ciento). Y sí a este sombrío panorama le sumamos la reforma tributaria, el impacto inflacionario de la tasa representativa de mercado, la desaceleración de la producción de empleo en las ciudades y el desasosiego que produce un contexto político y social polarizado y ensombrecido, el cóctel termina siendo perfecto para que los resultados hubiesen terminado siendo peores.
Este entorno, generó todo tipo de cuestionamientos –aceptables, por demás– sobre cuál debe ser el futuro de la vocación industrial de un país que busca la construcción de una dinámica competitiva y responsable con el futuro después de 50 años de conflicto; esto, encaminado a aportar valor a un consumidor que desde el entorno global y local busca marcas, productos y experiencias cada vez más consecuentes con sus necesidades.
Y es que a veces todo suele indicar que caminamos dando tumbos como los conquistadores tras la quimera de El Dorado: cuándo el dólar estuvo barato, la industria no hizo el recambio tecnológico correspondiente y se dedicó a importar o a producir fuera lo que hoy necesitamos producir aquí, aun cuando tenemos la divina providencia de vivir con agua en el ombligo del mundo no logramos consolidar una industria agropecuaria competitiva, cuando el planeta está buscando comer bien y saludablemente; y cuando la devaluación debería ayudarnos a prestar servicios globales, las barreras del idioma y educativas de la población colombiana parecería sacarnos del juego, esto sin contar que la ‘locomotora’ de la infraestructura, que prometía múltiples beneficios para una economía emergente, se embolató en los bolsillos de los corruptos y las barbas del clientelismo.
Ahora bien, no todo está perdido, las lecciones de crecimiento y sostenibilidad vienen de un segmento industrial que cada vez más echa mano de nuestra idiosincrasia, creatividad y capacidad de aprovechar oportunidades: la industria del entretenimiento o la llamada industria naranja. Este sector en el país, que titulamos en los medios como ‘en crisis’, para el mes de noviembre en los hogares significó un gasto del 4,71 por ciento, y un mercado de casi dos billones de pesos; siendo el único grupo de consumo que desde el 2014, y de manera consecutiva, ha registrado crecimientos constantes, aun cuando el resto de las canastas de consumo decrecían. Y la industria creativa en el país cada vez más registra números interesantes para la economía nacional, no solo por la producción local, sino por lo que exportamos o traemos como inversión al país: la música, el arte, la producción audiovisual, el ecoturismo y demás, parecen mostrarnos el camino a seguir como una alternativa de consolidación de valor.
Ahí está El Dorado, y brilla rutilante como muestra de cómo construir consumidores satisfechos y dispuestos a mover la economía, a generar empleo digno, y a evidenciar lo que somos como país y qué estamos dispuestos a dar al mundo, más allá de los estereotipos y con la conciencia clara de que podemos realizar muchas cosas con pasión y bien hechas.
http://www.portafolio.co/opinion/otros-columnistas-1/samir-campo-el-dorado-columnista-513314
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