Por Maria José Prieto. Investigadora Junior RADDAR CK
En los últimos años se viene cuestionando el desarrollo y crecimiento económico de los países en donde los recursos naturales y humanos intervienen bajo escasas regulaciones. Los modelos económicos basados en producción-consumo-acumulación han propiciado el uso ilimitado de los recursos naturales, el abuso de los derechos humanos, la aceleración en el cambio climático e incluso la pobreza misma.
Hemos vivido por años, la explotación demográfica, acompañado de un consumo poco responsable y el uso inadecuado de las tecnologías, además de problemas bélicos que llevan a cuestionar el modelo económico que predomina. Es aquí, cuando el arquetipo de sostenibilidad interfiere en los procesos humanos, sociales y ecológicos con el fin de lograr un desarrollo en donde el medio ambiente y la sociedad sean el fin y no los medios.
Bajo este modelo sí bien se requiere un cambio en la forma de pensar y hacer las cosas, desde la cultura materialista y las prácticas poco éticas, el nuevo planteamiento del consumidor será clave en el proceso de concientización.
Las nuevas tendencias son reflejo del proceso evolutivo y consciente de la forma en la que compramos y consumimos las cosas. Hoy en día estamos frente a un eco-consumidor, una persona responsable de sus compras y sensible ante las repercusiones del desarrollo sostenible, aquel que valora la salud y el bienestar, no solo de sí mismo, sino también de su comunidad. Este tipo de consumidor reconoce que puede traer costos económicos adicionales, pero aun así está dispuesto a asumirlos.
¿Cómo identificar a este tipo de consumidor? En efecto la respuesta se encuentra en los factores de decisión de compra, en donde es indispensable la adquisición de bienes o servicios que utilizan materiales reciclados, compostables o biodegradables, además de aquellos que cuentan con un ciclo de vida más largo para disminuir los residuos generados. El eco-consumidor no solo determina su conducta de compra por el nivel de impacto de la producción o consumo de los bienes, sino también, recurre a un cambio de vida, disminuyendo, e incluso evitando en su totalidad las compras que afectan negativamente al medio ambiente. Las personas que deciden comprar ropa de segunda mano evitando el fast fashion, utilizar productos cosméticos bajo la etiqueta cruelty free (libre de testeo animal) e incluso aquel que evita el uso de productos plásticos como bolsas, pitillos y cepillos de dientes, son un claro ejemplo del eco-consumidor.
Algunas marcas han decidido implementar el marketing social como estrategia dentro de su imagen corporativa, sin embargo, el consumidor exige evidencias de aquellas que se auto declaran como sostenibles. De ahí la importancia de que las empresas intervengan en espacios de desarrollo medio ambiental y social sin caer en prácticas de greenwashing, dando lugar a asociaciones ecológicas de sus productos o servicios cuando carecen de estos atributos. La pérdida de credibilidad y confianza acarrean una desvinculación emocional entre marca y consumidor, que puede llevar a grandes perjuicios en términos económicos y de posicionamiento.
Es por esto que S&P Global en su Anuario de sostenibilidad para 2021 reconoce algunas empresas colombianas por sus buenas prácticas sostenibles, entre las principales esta Bancolombia, Cementos Argos, Grupo de inversiones Suramericana y Grupo Nutresa, entre otros que hacen parte de las entidades premiadas bajo criterios de sostenibilidad, social y de gobernanza, siendo un ejemplo para aquellas que aún no incursionan en este camino, así como las pioneras en comunicar la importancia de la educación hacia un consumo mucho más responsable.
Son cada vez más las empresas que le apuestan a ofrecer productos veganos, de producción ética, libres de plástico y de crueldad animal, atendiendo a la demanda del nuevo eco-consumidor y las recientes practicas sostenibles tras la llegada de la pandemia. Propuestas como el agua en caja, producto saludable en un envase 100% reciclado, es reflejo de que la forma en la que consumimos no es menos importante que las cosas que consumimos. Estamos en una época de cambios, que requiere que consumidor y marca se comprometan con el medio ambiente, porque de ello depende la calidad de vida que tengamos en el futuro.
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